martes, 6 de diciembre de 2011

Enamoradora.

Enamoradora. 

Durante el interrogatorio lo negó todo, no obstante, la Juez decretó auto de conclusión del sumario. En el tribunal, (compuesto únicamente por magistrados masculinos) fue otro cantar. Todos se enamoraron de ella, de su voz, de su cara de ángel, incluso el fiscal enrojecía cada vez que la miraba. El público asistente se apretujaba en la sala como sardinas en lata. Todo hombres, y todos enamorados de ella.


De nada sirvieron las abrumadoras pruebas en su contra, el paraguas ensangrentado con sus huellas, los testigos del crimen (cuatro clientas de una peluquería), ni la grabación de la cámara de una sucursal bancaria. Se le declaró inocente. Cuando se le notificó la sentencia se limitó a sonreír, cándida como un monaguillo.

Yo también la amaba, incluso mientras me incrustaba un palmo de su afilado paraguas en el gaznate.

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