Cuando la pobreza entró por la puerta, mi amor (como manda la ley de los refranes) saltó por la ventana. No recordó que vivíamos en un quinto, y se mató. Y si no se mató, abajo le estaban esperando un grupo de banqueros rabiosos que le remataron.
Todo se precipitó por el veredicto desfaborable de un jurado. Mi cliente era poderoso, y tras responsabilizarme del resultado del juicio comenzó a demoler mi vida mediante triquiñuelas. Me introdujo en un laberinto de trampas, y en poco tiempo acabó con mi reputación.
Luego todo se precipitó, me expulsaron del colegio de abogados, fui inhabilitado, y me arruiné. Ahora paso los días rebuscando en el yacimiento de mi memoria. Sueño con encontrar la forma de vengarme. La pobreza me mira, y no dice nada. Solo sonríe. Veremos si lo sigue haciendo cuando caiga cinco pisos.
Todo se precipitó por el veredicto desfaborable de un jurado. Mi cliente era poderoso, y tras responsabilizarme del resultado del juicio comenzó a demoler mi vida mediante triquiñuelas. Me introdujo en un laberinto de trampas, y en poco tiempo acabó con mi reputación.
Luego todo se precipitó, me expulsaron del colegio de abogados, fui inhabilitado, y me arruiné. Ahora paso los días rebuscando en el yacimiento de mi memoria. Sueño con encontrar la forma de vengarme. La pobreza me mira, y no dice nada. Solo sonríe. Veremos si lo sigue haciendo cuando caiga cinco pisos.
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El amor salta por la ventana. |
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